Siempre se acaba volviendo a las lentejas. Tanto como metáfora como rotundo plato de comida. El acceso al Departamento de Estado de Estados Unidos es como se espera que sea el acceso al Departamento de Estado de Estados Unidos: es decir, un coñazo. Cuando las cosas son un coñazo es, en muchas ocasiones, cuando uno aprende a mirar con mirada fresca y poética. En eso pensaba mientras me escaneaban de arriba abajo, de adelante atrás, de uno y otro perfil. Era un día hermoso y frío de marzo. Había cuatro agentes de seguridad en una sala acristalada de apenas cuatro por cuatro metros. Auscultan mis silueta en rayos X. Sin un gesto, ni bueno ni malo. Impertérritos tras sus gafas de sol a prueba de lanzallamas, me señalan la mochila.
- Lleva comida - me dice uno de ellos, cualquiera, porque son todos iguales, intercambiables entre sí.
- Sí, lentejas - digo.
- Sáquela, por favor - me ordena con delicadeza y sin atisbo de agresividad, a pesar de tener esposas, y porra y varios revólveres alrededor de su cintura, y unos bíceps del tamaño de mi muslo.
Las saco, quiero decir, saco el tupperware donde llevo las lentejas (lentejas con arroz, patata, chorizo, brócoli y zanahoria).
- Ábralo - dice.
- ¿Que abra el tupperware? - me oigo decir. El sentido del ridículo, un sentido poco desarrollado por los estadounidenses (una de sus grandes virtudes), se agolpa cosquilleante en mi cogote criado en la Vieja Europa. Trago saliva.
- Sí, ábralo - Lo dice como quien relata la tabla de multiplicar.
Levanto la tapa de plástico color verde pistacho, y aparecen, como una revelación celestial, como un extraño mineral venido de otro planeta, las lentejas con arroz y patatas y zanahoria y brócoli. Me quedo unos segundos contemplando perplejo el tupperware abierto en medio de la sala de prensa de acceso al Departamento de Estado de Estados Unidos.
- Ok, Ya puede cerrarlo. Adelante. Que tenga un buen día. Siguiente - dice el agente, y rompe el encantamiento, la magia del momento con un súbito machetazo de sentido común. Tardo unos minutos en recuperarme. Luego aparece Hillary Clinton, pero ésa ya es otra historia.
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