jueves, 27 de enero de 2011

Invierno en la esquina de la calle 15 con la H

La esquina de la calle 15 con la H. El downtown de Washington DC es uno de los lugares más tenebrosos y aterradores del mundo en invierno. Al menos, en los que yo he estado. El día de Navidad, especialmente, el aspecto es dantesco. El fin del mundo probablemente sea un día frío y de cielo claro. Como los inviernos en Washington. Dan ganas de que lleguen los extraterrestres a invadirnos, aun que sólo sea para hacernos compañía. No hay nada más que "homeless" que se desperezan o retozan (es un decir) en su improvisadas camas de cemento y cartón.

El viento es una lengua gélida que parece provenir directamente del Polo Norte. Se mete en los oídos como un relámpago helado, y no sale. Te deja sordo y te come el alma, mientras  patinas como una bailarina en los invisibles tramos helados. No hay un alma, suponiendo que aún nos quede, y la gente mata por un café caliente, se ve en la mirada de los escasos transeúntes. Apenas pasan los coches. Sólo taxis con etíopes al volante que conducen ateridos de frío envueltos en bufandas de cuadros.

Lo de por qué todos los taxis de Washington DC son conducidos exclusivamente por etíopes creo que lo estudian en los posgrados de Ciencia Política de la pizpireta Universidad de Georgetown. O, al menos, deberían proponerlo como materia de estudios (especialmente, su pasión por las bufandas de cuadros). Otro día me meto en ello y sus peculiares maneras de entender las relaciones raciales.

domingo, 23 de enero de 2011

El demonio de Prospect Street

En la azucarada maqueta de merengue y caramelo que es Georgetown, una especie de casa de muñecas de las buenas intenciones y lo políticamente correcto, vive el demonio. Gracias a Dios, y afortunadamente, se podría añadir. Lo digo sin ofender. Aunque sea por compensar. (Aún recuerdo con claridad mi ceremonia católica de Confirmación, en la iglesia del pueblo, allá por la última década del siglo pasado, cuando el párroco me preguntó si creía en la existencia del Ángel Caído. Y respondí con seriedad, acierto y determinanción, ocultando no sin esfuerzo las ganas de sonreír de mi incipiente bigote adolescente: "Sí, creo").

El demonio habita en la 3600 de Prospect Street, en el noroeste de la ciudad, muy cerca del río Potomac. Estas son las escaleras donde se filmó El Exorcista, allá por 1973. La gente visita el Capitolio y luego se va a tomar un helado "donde el Exorcista". Lo dicen esas Biblias laicas de la posmodernidad que son las guías turísticas. También claramente los billetes de dólar se refieren a la cuestión: "In God we trust" (En Dios confiamos). Y, mientras tanto, los washingtonianos bajan y suben las escalares, sin saber a qué atenerse, al calor estéril de los flashes de las cámaras digitales de los turistas universales, parpadeando deslumbrados por los destellos fugaces.

martes, 18 de enero de 2011

Bajorrelieve del siglo XXI en Newton Street

En la capital de Estados Unidos vive el Presidente y la Primera Dama; el Vicepresidente y su Esposa; la secretaria de Estado que, curiosamente, es esposa de un antiguo presidente del país y que, por tanto, también fue primera dama. Están los jueces de la Corte Suprema, el centenar de miembros del Senado, y los 435 miembros de la Casa de Representantes. También está la Biblioteca del Congreso y los Archivos de los Estados Unidos de América. Hay multitud de historiadores, incluso historiadores del olvido, como el de la calle N de Georgetown, entre la 22 y la 23.

Es bueno que así sea, y que todos ellos se crucen en las calles de Washington DC, y que convivan con el anónimo historiador popular autor del bajorrelieve de Newton Street que ilustra esta entrada. Unos genitales masculinos esbozados en el cemento antes de que secase, probablemente a comienzos del siglo XXI. (En la fecha exacta no se ponen de acuerdo los expertos). Aquí, en el Distrito de Columbia, la historia se escribe desde el suelo. Caminar por las calles de Washington DC es pisar las páginas de la historia contemporánea, rezaba un folleto publicitario que me dieron en el aeropuerto internacional de Dulles a finales de 2010. Lo creo a pies juntillas. Por ello, mi más sentido homenaje, desde aquí, para el brillante historiador popular de calle Newton.

viernes, 14 de enero de 2011

Lo ocurrido en 1897 en Georgetown

Conviene comenzar por el principio. La Historia es el principio. En una ciudad como Washington, capital de los Estados Unidos de América ubicada en el Distrito de Columbia, todo aparece teñido por el barniz de la historia. Todos los profesores que he tenido de Historia tenían barba. Incluso las profesoras. Ahora mismo, tecleo con barba. Sin embargo, soy un enamorado de los bigotes. Que vienen a ser a la barba, lo que el periodismo a la Historia. Estas serán, pues, unas crónicas sobre lentejas, bigotes y laptops. Bigote en el sentido amplio: más allá de la limitada acepción de pelo-que-nace-en-el-labio-superior El bigote como espacio mental.. El bigote, como las lentejas, los laptops y la historia, es una manera de ver la vida. Hay otras, aquí va la mía.

Decía que en una ciudad como Washington D.C., en la que hasta las papeleras tienen un doctorado en Historia Contemporánea, se agradecen placas como la que inaugura estos escritos, prescindibles por otra parte. "En este lugar en 1897 no sucedió nada", reza la puerta de esta casa dela calle N, entre la 22 y la 23 de Georgetown. Es, obviamente, una mentira flagrante. Seguro que ocurrieron miles de cosas durante ese año. Por ello, precisamente, la importancia de la placa.
 
Desde aquí mi más rendido homenaje al forjador del olvido que se esconde tras la placa. Se levanta el telón.