Asustan. Los pronósticos del tiempo en Estados Unidos son una ciencia matemática. No fallan jamás. Asustan, más si cabe, si vienes de un país como España donde el pronóstico del tiempo es una ciencia de barra de bar, plagada de tiempos condicionales y en la que las pasiones están por encima, muy por encima, de los hechos. Como el fútbol.
Aquí no sólo aciertan a la hora de decir si va a llover o nevar. Aquí te dicen a qué hora va a empezar a llover o a nevar y cuándo va a parar. Desde mi ventana se ve la Casa Blanca, que aun cuando no nieva sigue siendo blanca. Ocurrió hace unas semanas. Los meteorólogos habían señalado que los primeros copos de nieve comenzarían a caer a las 5 de la tarde. A las 4.55 pm estábamos mirando por la ventana. No había copos, sólo una frágiles y difusas gotas de aguanieve habían caído a la hora de comer, sin dejar rastro. Yo, incrédulo, comenzaba a celebrar la victoria de mi escepticismo. Iluso, me dijeron, date al vuelta. Turn around. Eran las 5.01 pm y los copos de nieve cubrían el paisaje desde mi ventana como en uno de esas estúpidas esferas navideñas que tienes que dar la vuelta para que la escena idílica se llene de copos de nieve en miniatura. Ya no se veía la Casa Blanca. A las 8.45 pm, la nieve remitiría. Lo hizo, claro, con puntualidad. Y yo caminé entre las calles nevadas con el miedo en el cuerpo, mirando hacia el cielo y las ventanas y dándome la vuelta, por si me espiaban. Buscando a los meteorólogos, que me imagino como duendes de rasgos monstruosos, ocupados entre probetas humeantes y extraños alambiques en sótanos oscuros apenas iluminados por la pálida luz de los ordenadores. Es de agradecer su precisión, desde luego hacen bien su trabajo, trato de tranquilizarme. Sin embargo, no puedo dejar de inquietarme. Como si pudiesen controlar y predecir también mi vida con sólo añadir un mechón de pelo o un trozo de uña a uno de sus estrambóticos aparatos. Acojonan los meteorólogos, me iba diciendo entre la ventisca de la tarde. Acojonan los meteorólogos yanquis, repito.
Curiosa puntualidad yanki! Igualito que por Asturies... que en teoría siempre llueve. (por cierto, parece esto verano... un solecín!)
ResponderEliminarEn teoría y en la práctica, Jimifloyd. La lluvia es cuestión del clima mental. A ver cuándo paso por allá, o usté por acá...
ResponderEliminarRob Marciano, el meteorólogo de la CNN, se llama Marciano por algo. Ahí no contratan a cualquiera.
ResponderEliminarHostia, Lu, es verdad. Olvidé hablar del gran Rob. Qué gran nombre!
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