Es decir, la mujer de George Washington. Porque George Washington, padre de la patria, no tenía dinero ni posición social suficiente para convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos de América, entre 1775 y 1783, por sí solo. Por ello, se arrimó a Martha Dandridge Custis, una opulenta viuda virginiana (de Virginia, quiero decir) con solvencia, tierras y reputación sobradas, con la que se casó, a los 27 años de edad (ella tenía la misma edad), en 1759. George, de la mano de Martha, llegó a ser lo que fue. El jefe militar que derrotó a los ingleses en la Guerra de la Independencia, y un capítulo aparte en todos los libros de texto de esta parte del mundo. No tuvieron hijos, pero criaron con "afecto y esmero" (o eso, al menos, dicen los historiadores), los dos hijos del primer matrimonio de Martha. Todavía se conserva la hacienda de Mount Vernon, al otro lado del río Potomac, donde se retiraron en 1783, y en la que pastan, aún hoy, unos cuantos centenares de ovejas y vacas. Lo sé porque llegamos hasta la puerta pero no nos dejaron pasar, llegamos tarde. Eran las tres de la tarde. Aquí se levantan antes y se acuestan antes. Lo hacen todo antes. Las ovejas, que vimos desde el otro lado de la garita donde se compra la entrada, pastaban tranquilamente bajo el sol otoñal. Era una escena idílica. Nosotros comíamos manzanas. Tampoco había mucha diferencia entre las ovejas y nosotros, la verdad.
En casa, a la noche, leí estas frases sobre George Washington que me impactaron notablemente:
"Siempre tuvo problemas con su aspecto. Nunca llevaba peluca, que consideraba indecorosa, pero se vestía y empolvaba su pelo cuidadosamente, y se lo ataba con un lazo de terciopelo llamado en la época "solitario". Se rompió los dientes cascando nueces de pequeño y los reemplazó por unos falsos de marfil de hipopótamo que era consciente que le desencajaban la mandíbula.. Odiaba la nueva costumbre americana de darse la mano con todo el mundo a modo de saludo, y en su lugar seguía haciendo reverencias. Podía lanzar piedras a enormes distancias y le gustaba mostrar este talento para impresionar a la gente".
Me parecen unas excelentes líneas para dibujar una biografía. Me gustaría saber qué opinaría Martha de ellas. En los retratos de Washington, si uno se acerca lo suficiente, se pueden percibir, sucintamente, los dientes de marfil de hipopótamo. Parece que sonríe, pero no. En su caso, es totalmente pertinente la expresión: "sonrisa postiza".
love it fonk! muy instructivo, no tenía ni idea de lo de los dientes postizos de marfil de hipopótamo, pues mira que suelen tener negruzos los dientes los hipopótamos...
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